viernes, 17 de julio de 2009

regreso a la luna


El LRO (Lunar Reconnaissance Orbiter), lanzado recientemente, es el primer paso de lo que parece ser la cadena definitiva de misiones que conduzcan al tan ansiado retorno de seres humanos a la Luna, esta vez para mantener nuestra presencia allí, a través de bases permanentes y expediciones periódicas.

Los paisajes lunares son exóticos y atrayentes. Pero también hostiles. Para empezar, las áreas frías de la Luna lo son más que las zonas polares de la Tierra. Imagine tratar de sobrevivir al invierno sin ropa de abrigo ni un refugio donde calentarse, en una zona terrestre de bajas temperaturas invernales. Si eso ya constituye un reto para la supervivencia, más aún lo es aventurarse por la Luna, a la que algunos han llamado el séptimo continente.

Pese a todo, no debemos olvidar que nuestros antepasados afrontaron el reto de un mundo helado durante la última era glacial, cuando la civilización humana apenas estaba en su amanecer.

Nuestros antepasados desarrollaron tecnologías para sobrevivir en zonas gélidas porque necesitaban extenderse a nuevos territorios según aumentaba la población. Sin esos avances tecnológicos, hoy en día los humanos aún estaríamos confinados a una estrecha franja a lo largo del ecuador de la Tierra, y, por supuesto, sólo una pequeña parte de la gente que hoy puebla el mundo podría vivir en esa franja privilegiada. Sin embargo, el desarrollo de esas tecnologías pioneras y su posterior e incesante perfeccionamiento nos han permitido extendernos a todos los rincones del planeta. Con la tecnología adecuada, lo mismo puede suceder con la Luna.

Los límites de la Tierra no tienen por qué ser una frontera insalvable para el Ser Humano. Además, para bien o para mal, cada vez somos más individuos, y cada vez necesitamos más energía, más recursos y más espacio en el que vivir o trabajar.

El retorno a la Luna, una aventura por la cual la NASA desea apostar, será una situación que exigirá desarrollar esa tecnología necesaria para traspasar nuestra frontera actual de un modo quizá comparable en algunos aspectos a como lo hicieron nuestros antepasados cuando salieron de África y se adentraron en lugares nunca antes pisados por nadie de su especie.

Como nuestro vecino cósmico más cercano, la Luna es el lugar natural para ese primer salto fuera de las fronteras de la Tierra, y también el más apropiado para poner a prueba todas esas nuevas tecnologías que vamos a necesitar en el futuro. Por su cercanía, la Luna no está peligrosamente alejada de la Tierra; los astronautas pueden volver a casa con bastante rapidez si se topan con algún problema grave. Por todo ello, muchos consideran a la Luna como nuestra puerta al universo.

Es en la Luna donde desarrollaremos tecnologías para sobrevivir en el vasto territorio del cosmos, debido a que presenta los mismos desafíos que encontraremos en todo el universo: radiaciones nocivas, polvo con carga eléctrica, y temperaturas extremas.

El presencia en la órbita lunar del LRO de la NASA permitirá reunir datos cruciales sobre el ambiente lunar que ayudarán a los astronautas a prepararse para expediciones lunares de larga duración.

Los astronautas en órbita a la Tierra están algo protegidos de la radiación espacial por el campo magnético de la Tierra, el cual actúa como un escudo al desviar muchos rayos cósmicos (partículas de alta velocidad con carga eléctrica que son el tipo de radiación espacial más peligroso). Sin embargo, la órbita lunar está mucho más allá de la parte fuerte y protectora del campo magnético terrestre. Destinos aún más lejanos, como asteroides o el planeta Marte, no tienen la protección de un campo magnético global.

Las poderosas tormentas magnéticas en el Sol pueden expulsar partículas con carga (electrones y núcleos atómicos) al espacio a velocidades cercanas a la de la luz. Entre los fenómenos solares violentos que emiten rayos cósmicos, figuran las erupciones solares y las eyecciones de masa coronal.

Las erupciones solares son explosiones en la atmósfera solar que pueden producir la energía de mil millones de bombas nucleares de un megatón de potencia cada una.

Las eyecciones de masa coronal son erupciones de plasma, en cantidades del orden del millar de millones de toneladas, y que se mueven a millones de kilómetros por hora.

Partículas de esa clase también llegan de regiones distantes de nuestra galaxia o incluso de más lejos. Se cree que fuentes como estrellas en explosión o chorros de alta velocidad cerca de agujeros negros generan estos rayos cósmicos.

Ambos tipos de rayos cósmicos, los del Sol y los de otras fuentes, presentan peligros para la salud de astronautas sin protección. Estas partículas actúan como balas microscópicas, chocando con las células y afectando en ellas a moléculas cruciales como el ADN, que acoge las instrucciones que producen moléculas esenciales para la vida y organizan la coreografía de su complejo "baile" crucial para la vida. Pequeñas dosis de rayos cósmicos pueden, con el tiempo, incrementar el riesgo de cáncer, a causa de mutaciones en el ADN propiciadas por ellos. Altas dosis en periodos cortos, como la que puede ser experimentada durante una tormenta solar, pueden causar síndrome agudo de radiación, conduciendo al fallo de órganos o incluso a la muerte.

Los astronautas que estén más allá de la órbita de la Tierra necesitarán naves y refugios que los protejan de la radiación espacial. El primer paso al diseñar escudos adecuados contra la radiación es medir las características de la radiación espacial y sus niveles. El LRO tiene un instrumento para hacer esto. Este instrumento, llamado CRaTER (por las siglas en inglés de Cosmic Ray Telescope for the Effects of Radiation), caracterizará las características y niveles de la radiación en la Luna, permitiendo a los científicos determinar potenciales impactos biológicos a medio y largo plazo.

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